Prejuicios pero no como juicio de valor, sino en su acepción más literal: juicios previos. Acumulados a lo largo de años que nos mostraban en una tranquila rutina y donde todo le pasaba a los demás. Sin familiares cercanos con enfermedades incurables ni adicciones. Parientes fallecidos sí, pero a una edad razonable y sin accidentes ni victima de la violencia delincuencial.
Existían enfermedades terribles como el cáncer, la leucemia o esas operaciones terribles que terminabas con una bolsita en la panza bautizada como “ano contranatura”. Era una subversión al orden natural que bien tenia escondido el ano, oscuro y maloliente, atrás y bien abajo, entre dos grandes glúteos. Era una indecente exposición social.
Sin embargo La vida pasaba a mí alrededor sin dejar malos recuerdos o al menos terrible. Casi benigna.
Cuando está muy calmo, no corre una gota de viento y los pájaros no se escuchan, en Mendoza dicen:…va a temblar.
Un día yo también pensé al borde de una escalinata: todo está muy bien algo tiene que pasar. Al segundo me asusté, me arrepentí y me avergoncé, todo al mismo tiempo, al suponerme con el poder de palabras admonitorias.
Pero pasó. Me enfermé de colitis ulcerosa.
Rondaba el fantasma de la bolsita…
Entonces uno se pregunta ¿porqué a mí? Si todo estaba tan bien.
¿Y Porque no? Es la pregunta que sigue
¿El origen?, quizás una casualidad ayudada por la ley de probabilidades o una causalidad de origen somático. No lo sé, todavía no lo tengo muy claro.
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